jueves, 19 de abril de 2018

19 DE ABRIL DE 1847. LOS RIESGOS DE LOS MEDICOS EN LA BATALLA DE CERRO GORDO VERACRUZ

El Dr. Pedro Vander Linden y la Amputacion del Soldado Antonio Busto




Por: Pablo Ramos.

Carta del Dr. Pedro Vander-Linden, Medico que reformo las actividades sanitarias del personal Medico, en su trabajo El Dr. Pedro de asistencia para los soldados heridos que sufrieron daños en la Batalla de CERRO GORDO EN VERACRUZ, describe los peligros que corren los MEDICOS DE GUERRA,un verdadero tesoro que explica sl dolor y sufrimiento .veamos lo que dice el dr Vander-Linden.

“ Cerca de las doce del 17 de Abril, se empeño una acción con algunos de nuestros cuerpos ligeros en una parte del monte a la izquierda del camino en un cerro mas abajo que el llamado CERRO GORDO, el cual subí inmediatamente acompañado del Sr. General en Jefe Antonio López de Santa Ana,a las dos horas vino mi ayudante TARBE a avisarme que ya un numero considerable de heridos se habían reunido alrededor de mi tienda de campaña( o quinta ambulancia) e ignorando si la acción se había hecho general no pude disponer de alguno de mis subordinados porque todos estaban en sus puestos respectivos me fue preciso bajar inmediatamente a socorrer a esos infelices. A las siete de la noche ciento treinta y siete heridos habían llegado a mi ambulancia de los cuales ciento tres estaban ya curados, habiendo amputado cinco y sacada treinta y un balas. Temiendo los resultados del día siguiente si seguía la acción y me cargaba de enfermos ,coloque inmediatamente los curados en ocho grandes carros y ordene al medico cirujano del ejercito en comisión D. FELIPE ORELLANA que acompañase el convoy en la misma moche para el hospital de Jalapa, el que salio a las ocho.


Seguí por ultimo curando a los pocos heridos que me quedaban y a las doce de la noche nos acostamos muertos de cansancio. A las seis de la mañana del día 18 llegaron algunos heridos y sabiendo que el enemigo se había hecho dueño de monte y cerro considere innecesaria la ambulancia cuanto que ya estaba a retaguardia de esta posición he hice venir a ayudarme al ser Rivadeneira. Despache otros dos carros de heridos para Jalapa pero sin ayudante por no tener disponible a ninguno. Como el enemigo se adelantaba rodeando Cerro Gordo, pocos eran los heridos que podían llegar a mi ambulancia y además dos cohetes a la congrete que cayeron uno cerca de mi tienda y el otro sin reventar en el parque general que estaba a tiro de pistola me decidieron para evitar este peligro. Y encontrarme mas a retaguardia de nuestras fuerzas,

a transportar mi ambulancia mas arriba en el camino real a distancia de tres tiros de fusil en una casa de otates enfrente de la proveeduría general, a donde al momento ocurrieron varios heridos y entre otros el sargento de artillería ANTONIO BUSTOS a quien una bala de a cuatro quito el pie izquierdo. Toda nuestra caballería estaba tendida en el camino real la brigada del Sr. Ortega bajaba en derechura a paso velos por cuyo motivo pude llegar a la casa indicada se me presento el Sr. Domínguez Que venia con dicha fuerza y lo detuve para ayudar a practicar la amputación al sargento BUSTOS. Dispusimos todo lo conveniente para la amputación en el corredor de la casa deteniendo al enfermo los señores TARBE Y VERDE, ayudándome en lo demás Domínguez y Rivadeneira. Empecé a cortar las carnes del paciente, cuando una lluvia de balas viniendo de los bosques atrás de la casita y pasando sus débiles paredes hizo retirar toda nuestra caballería con dirección a Corral-falso.
Una muger y un anciano fueron heridos y un niño de siete años en la cocina de la casa, las balas seguían en todas direcciones, nuestros soldados de caballería se bajaban impunemente, la presencia de nuestros caballos amarrados a los pilares del corredor, nos atraían la atención del enemigo y sus balas pero el honor no nos permitía abandonar al sargento semi-amputado a pesar de que nuestra muerte parecía inevitable, sin embargo la providencia divina nos salvo. Seguí ejecutando los varios tiempos de mi amputación en medio de las balas y de los gritos enemigos, y por fin termino aquella amputación que me pareció haber durado un siglo. La serenidad de mis compañeros y su resignación ha sido admirable en este lance, que no puedo describir…. Todos quedaron alrededor del herido, cumpliendo con la parte de la operación que les tocaba, en medio del silbido de las balas y de los gritos de muerte, y cuando todos nos levantamos mirando al cielo en acción de gracias por creernos salvados un nuevo peligro vino aterrarnos. 
Unos cuantos voluntarios se presentaron enfrente al corredor y viendo nuestros uniformes gritaron:

¡Mueran los Oficiales mexicanos ¡


dirigiendo sus fusiles sobre nuestros pechos e ignoro que sentimiento influyo en la determinación que tome, de lanzarme al frente de sus rifles,

enseñándoles mis manos goteando aun sangre y el pedazo de pierna mutilada, gritándoles: “Respetad la humanidad, o un hospital de sangre; somos Cirujanos”…..

Mis palabras fueron mágicas.

Al momento se echo entre ellos y nosotros un oficial llamado (como he sabido después) Capitán PION, quien levanto con su espada los fusiles, y estos hombres animados por la victoria y enfurecidos por la sed de la venganza, por haber sido herido mortalmente su General, como supe después ¡fueron desde ese momento nuestros amigos, nuestros protectores¡ Mientras esto pasaba en mi jacalon, de indecible memoria nuestros fuegos se habían apagado, las tropas de los reductos, viendose cortadas por el camino real, se rindieron o capitularon, los de la falda de cerro gordo se retiraron por la barranca y el enemigo quedo dueño de todas nuestras posiciones y de un inmenso material….. Los voluntarios enemigos empezaron a traerme indistintamente a los heridos de ellos y a los nuestros y nosotros a curarlos como lo previene la humanidad y nuestro reglamento. Hicimos varias amputaciones a unos verdaderos atletas, con lo que acabamos de conquistarlos, al grado de no rehusarse ya nada de lo que podría ser útil a nuestros heridos y al desempeño de nuestros ministerio. A pesar de haber llegado dos de sus cirujanos, el cuerpo que tengo el honor de mandar, tiene la satisfacción de que de su seno ha sido escogido un facultativo para asistir varios casos graves entre sus heridos, y hasta el mismo General Shields, atravezado por un metrallazo. El día 19 se me presentaron todos mis compañeros de las ambulancias de los reductos, donde quedaron en sus puntos con honor del cuerpo, hasta que el enemigo les dio licencia de retirarse,y yo considerando su presencia indispensable aquí , los he detenido a mi lado. Esta relación es el complemento de mis oficios, con ella quedara V.S. impuesto de cuanto ha pasado y puede interesarle.”
DIOS Y LIBERTAD
Jalapa Abril 19 de 1847
Pedro Vander-Linden.
Sr. Coronel D. Luís Carrión, Encargado de la inspección del cuerpo Medico- Militar.


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